La sociedad de la nieve fue un hito mundial, una película que trascendió fronteras y tocó emociones profundas. Ahora, Olympo marca otro momento clave en la carrera de Agustín Della Corte: una ficción que sacude, incomoda y
representa. En Uruguay, se posicionó dentro del Top 10 de las más vistas. Y en el centro de todo, él: un actor que alguna vez fue rugbista, que nació en Paysandú y que hoy pone el cuerpo y la sensibilidad para contar historias que
importan.
FOTOGRAFÍA NOTA PRINCIPAL Y TAPA: VALENTINA BONASSO.
MAQUILLAJE Y PELO: LUCIANA PEREIRA.
ESTILISMO: PAOLA FARBOWICZ.
“LA PRESIÓN QUE SENTÍ NO LE GANÓ A LAS GANAS QUE TUVE DE EXPLOTAR ESA OPORTUNIDAD AL MÁXIMO.”
¿Cómo eran tus días de infancia en Paysandú? Si volvés a ese niño, ¿ya había en algún rincón algo de lo que sos hoy como actor?
Hay mucho de juego y de la curiosidad propia de un niño en el trabajo del actor, así que sí que creo que mantengo mucho de lo
que era como niño, o que el acercarme a actuar me obligó a recuperarlo. Es importante para mí que haya mucho de ese niño de
Paysandú en la persona y el actor que quiero ser hoy. Al menos así lo intento.
¿Qué papel jugó tu familia en tus decisiones? ¿Recordás quién fue la primera persona que te dijo “hacelo, animate”?
En un momento dado, fue mi abuela la que me dijo que yo iba a ser actor cuando ni yo lo veía venir. Mi familia siempre fue de dar
para adelante en lo que sea que quisiéramos ser y hacer tanto a mí como a mis hermanos. Claro que siempre está presente ese
miedo o inseguridad de unos padres que quieren lo mejor para vos cuando ven que de repente elegís un camino que está lejos de
cualquier concepto de estabilidad. Por el amoroso hecho de querer cuidarte, a veces los que más te quieren proyectan ciertas inseguridades en vos, y con eso hay que combatir, para que no se convierta en tu propia inseguridad. La verdad es que nunca se me puso ninguna traba para nada, y creo que es porque todo lo que hice, siempre lo hice con una fuerte convicción, y esa convicción tan fuerte, termina convenciendo a los demás de que el camino que elegís es el correcto, o al menos, los hacés dar cuenta de que no hay nada que puedan hacer para impedirte perseguir eso.
¿Cuándo sentiste por primera vez que la actuación podía ser tu verdadero camino? ¿Fue una certeza o un salto al vacío?
El día que hice el primer casting presencial de La Sociedad de la Nieve. Me acuerdo que ni siquiera pensaba en lo que iba a pasar con esa prueba en particular, yo sentí que tenía que seguir explorando eso que había sentido ese día cuando me maquillaron, me pusieron un vestuario, me apuntaron un foco y me pusieron una cámara delante de la cara. No sé que fue y tampoco sé definirlo muy bien al día de hoy, hay una sensación de atisbos de magia muy fugaces que te recorren el cuerpo por momentos cuando actuás. Esa sensación nunca es suficiente y se convierte en algo bastante adictivo. El rugby fue mucho más que un deporte en tu vida.
¿Qué te enseñó sobre el cuerpo, la cabeza, la lealtad, que hoy todavía llevás con vos a un set?
Hay una cultura de trabajo y compromiso en el rugby que creo que es bastante única y todo lo que me enseñó no podría resumirlo en pocas palabras. Si tengo que elegir algo en concreto, sería la siguiente idea: cuando yo fallo en algo, tanto fuera como dentro de la cancha, otro tiene que hacer el doble del trabajo para suplir esa falta. Este concepto es de lo que más se habla y se inculca a los jugadores desde el primer momento, es algo que llevo conmigo siempre. Creo que es una idea que podemos ajustar a cualquier trabajo y a la forma en la que nos desenvolvemos como individuos en sociedad y lo tengo siempre presente. En La sociedad de la nieve interpretaste una historia real, nuestra, uruguaya, llena de vida, muerte y humanidad.
¿Qué te transformó por dentro al vivir ese rodaje tan intenso?
Es una historia que a priori tiene millones de enseñanzas de las que se pueden extraer infinitos aprendizajes, pero la verdad que meternos en ese hito de forma tan profunda y acercarnos a intentar vivirla en carne propia fue incomparablemente transformador. Sobre todo por el diálogo que se abre ahí con la muerte, algo que jamás hubiera tenido la oportunidad de explorar de otra manera. Poder ver la muerte como algo más cercano, como algo que es parte de la vida, con su lado oscuro, pero también su lado más luminoso, aliviana bastante la vida y de repente, lo complicado se vuelve más sencillo.
¿Cómo fue la preparación física y emocional para encarnar a Tintín Vizintín? ¿Qué parte de vos tuviste que dejar atrás para entrar en esa montaña?
Fue, sobre todo, un trabajo muy grupal y de mucho amor por parte de la dirección y los coach que nos acompañaron en el proceso: María Laura Berch y Gustavo Saffores. Tuvimos una preparación física para poder trabajar mejor en la montaña donde filmamos ya que las condiciones eran exigentes y luego también, sobre todo una dieta bastante estricta, para poder llevar los cuerpos a un estado cercano al abandono que sufrieron los cuerpos de los protagonistas reales. No sé si tuve que dejar atrás algo de mí, pero sí me he encontrado con que para interpretar una historia, lo que hay que dejar un poco a un lado son las ideas preconcebidas que uno tiene del personaje. Cuando se le da tanta importancia al proceso creativo de construcción de los mismos, y de su funcionamiento en esta grupalidad, como fue el caso de La Sociedad de la Nieve, eso te permite crear casi desde cero en base a eso que vas viviendo, y no en base a lo que tenías pensado de antes.
Cuando empezaste a filmar Olympo, ¿imaginabas que iba a tocar tantas fibras en tantas personas?
Creo que ya desde leer el guion percibí que la historia tenía algo especial que podía llevar a que cualquier persona, sea deportista o no, pueda sentirse identificada por lo que viven estos personajes. La presión por destacar, lograr resultados, por ser “los mejores”, está presente en el mundo del deporte, pero también en casi cualquier otro ámbito de la vida. Todos y todas, seas deportista, actor, ingeniero o contador, estamos, en mayor o menor medida, condicionados por esa presión de rendimiento a la cual nos expone el sistema extremadamente productivista del cual todos formamos parte. Creo que esa es una de las razones por las que imaginé que la serie podría llegarle a tanta gente
¿Qué sentiste al verte al frente de una producción internacional, llevando adelante un personaje tan poderoso y simbólico como Roque?
Sin dudas fue un desafío para mí, porque además de no tener tanta experiencia, llevar adelante un personaje con esa carga de protagonismo en un proyecto de esta envergadura es una responsabilidad grande para cualquiera. Pero la verdad es que la presión que sentí no le ganó a las ganas que tuve también de explotar esa oportunidad al máximo, entonces lo disfruté un montón y fue un proceso de muchísimo aprendizaje del cual estoy muy agradecido.
¿Sentís que, a través de tu personaje en Olympo, estás ayudando a abrir conversaciones necesarias? ¿Hubo alguna devolución del público que te hizo sentir que esto va más allá de la ficción?
La conversación que se abre es súper necesaria, porque habla de problemáticas que siguen existiendo desafortunadamente a día de hoy, aunque parezca increíble, y no solo en el deporte, sino en todos los ámbitos de la vida. Cualquier problema que podamos identificar en el mundo real tiene un lugar en la ficción, porque es algo de lo que nos podemos agarrar para poder dar un mensaje y seguir dando estas luchas. Me parece muy importante que las ficciones sean un lugar desde donde enviar mensajes para poder combatir problemáticas del mundo real.
También creo que Roque rompe con un estereotipo o arquetipo que no tiene ningún sentido de existir, ese que vincula la masculinidad o la feminidad con la orientación sexual de una persona, entonces me gusta también que se haya logrado algo en relación a eso. Recibí muchos mensajes de personas que se sintieron identificadas y hasta algunos que mencionaban que el personaje los había motivado a luchar más por ser quienes realmente son, y eso me parece super emocionante, no podría pedir más nada que eso.
Con Olympo en el Top 10 de Netflix, tanto en Uruguay como en otros países, ¿qué te pasa al saber que tu historia está siendo vista por millones de personas? ¿Te lo imaginabas así?
Me alegra mucho que todo el trabajo y el amor que le pusimos tantas personas al proyecto haya llegado tan lejos, y me parece loco que millones de personas en todo el mundo se hayan sentado en sus casas a ver lo que hicimos. Fue el resultado buscado y se sabía desde el inicio que era un proyecto que podía aspirar a eso, pero hasta que no se lanza todo es incertidumbre. Por suerte la gente la recibió excelente y con muchísimo cariño, así que eso ya es todo un logro.
Si pudieras volver al primer día que pisaste un set, ¿qué te dirías al oído antes de que empiece a rodar la cámara?
Que confíe más en mi propia propuesta. Es un aprendizaje que solo se consigue con experiencia y que seguro me lo voy a llevar para
próximos trabajos.
¿Vale la pena jugársela y creer en uno mismo, incluso cuando el camino parece improbable?
Y hoy, desde este presente que estás viviendo, ¿a quién recordás que también te empujó directa o silenciosamente?
Hay que revisar bien adentro de uno y hacerse las preguntas correctas primero, para ver si realmente la elección que estamos haciendo, tiene que ver con un deseo puro y personal, y si es así, siempre vale la pena. Las personas fueron muchas, pero creo que si tengo que mencionar a algunas en particular, tanto JA Bayona como María Laura
Berch, me transmitieron una confianza con respecto a mi trabajo que jamás habían transmitido en ningún aspecto de mi vida, y eso fue algo muy importante a lo que pude siempre anclarme. Son dos personas que consulto bastante a menudo antes de dar algún paso importante o cuando me enfrento a algún desafío laboral.
